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Dios

Centro y objeto de la fe religiosa, la última realidad o simplemente un ser sagrado a quien se adora y se dirigen oraciones. En las religiones monoteístas, el Ser supremo, a quien se considera el único Dios, creador y origen de todo cuanto existe, y al que se describe en términos de atributos perfectos, por ejemplo, su infinitud, inmutabilidad, eternidad, bondad, conocimiento (omnisciencia) y poder (omnipotencia). La mayoría de las religiones atribuyen a Dios ciertos rasgos de carácter, como la voluntad, el amor, la cólera y la misericordia, que pueden interpretarse tanto metafórica como literalmente.
Las concepciones filosóficas y religiosas de Dios han estado muy diferenciadas. En el siglo XVII, por ejemplo, el matemático y pensador religioso francés Blaise Pascal comparó de manera poco propicia el "Dios de los filósofos", una noción abstracta, con el "Dios de la fe", una realidad viva, experimentada. En general los místicos, que reclaman la experiencia directa del ser divino, han afirmado la superioridad de su conocimiento de Dios a las demostraciones racionales de su existencia y de los atributos propuestos por filósofos y teólogos. Algunos teólogos han intentado compaginar los enfoques filosóficos y experimentales de Dios, como en la doble vía del teólogo alemán del siglo XX Paul Tillich, que habló de Dios como la "causa del ser" y el "interés último". Una cierta tensión es quizá inevitable, no obstante, entre el modo en que los doctrinarios hablan de Dios y el modo en que la mayoría de los creyentes piensan de él y lo experimentan.


Designa a un ser situado por encima de todos los seres.


[Descartes] Sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omniscente, por la que todo existe. Según Descartes, es “causa sui”. Asimismo, la veracidad de Dios garantiza el valor de las ideas claras y distintas y fundamenta en último término el criterio de certeza.

[Nietzsche] En el hombre dominado surge, por un proceso de interiorización, la mala conciencia para hacerse daño a sí mismo; para experimentar en sí mismo el sufrimiento que no puede causar a los otros. Esta mala conciencia o conciencia de culpa encuentra su más profunda dimensión en el sentimiento religioso: la culpa por la que hay que sufrir es la deuda contraída con Dios, y toda negación de sí mismo se convierte en una afirmación de Dios y de su omnipotencia.

De este modo, lo que en un momento fue creación de la fantasía humana y de su ficción poética, se convierte en objeto de sumisión y esclavización. El hombre se somete a Dios, a su obra, tanto más cuanto más grande lo va haciendo y más se va negando a sí mismo. Sólo la muerte de Dios puede salvar al hombre y devolverle su conciencia de sí, su libertad y autodominio.

Enlace permanente: Dios - Fecha de creación: 2017-04-28


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