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Jenófanes

Jenófanes nació hacia el año 570 antes de Cristo en Colofón, una ciudad costera de Asia Menor. Parece que fue desterrado el año 546, cuando los medos la ocuparon, y desde entonces peregrinó durante decenios, como poeta y cantor ambulante, por las ciudades de Grecia, hasta llegar a Elea, donde se estableció y fundó la escuela de filosofía de esa ciudad, a la que pertenecen Parménides y Zenón.

Esa actividad viajera debió de acentuar ese sentimiento de libertad y liberación, imposible de experimentar por quien vive encerrado entre los estrechos límites de su aldea real o ideológica. Su vida errante, de recitador de poemas homéricos o de sus propias obras, aumentaron su independencia frente a sectas más o menos religiosas. No es extraño, pues, que este genial solitario despierte todavía nuestra curiosidad.

Su obra, de la que nos han llegado bastantes fragmentos, nos lo presenta como un crítico de la sociedad y de alguno de los productos mentales que le sirven de alimento. Por eso reaccionó ante la religión que enmascaraba en su forma y en su uso determinados intereses. Esta relativización de las creencias era también, frente a un posible pensamiento dogmático, una manifestación más de inteligencia y libertad: «Los etíopes sostienen que sus dioses son chatos y negros y los tracios que tienen azules los ojos y son rubios como ellos» (DK 21B16).

«Pero es que si los bueyes, caballos y leones pudieran tener manos y pintar con ellas como los hombres, los caballos pintarían a sus dioses como caballos y como a bueyes los bueyes» (DK 21B15).

Es posible que la crítica a determinadas creencias fuese un fermento decisivo para acentuar la racionalidad, la claridad y la comunicación intelectual. A ello se debe, tal vez, su crítica a los juegos deportivos, en los que veía la exaltación, sin sentido, del apasionamiento: «Pues más valiosa que la fuerza de los hombres y corceles es nuestra sabiduría. [] Pues si se contara entre los ciudadanos un buen púgil o uno excelente para competir en el pentatlón no por ello estaría la ciudad en mayor orden [] ni se llenan con tales cosas sus graneros» (DK 21B2). Probablemente, la larga experiencia política de Jenófanes le llevaba a intuir esa alienación con que, a veces, la tiranía entretiene a sus súbditos.

Pero el pensamiento de Jenófanes abordó también otras cuestiones que le aproximaban a los filósofos de Elea, y en las que resonaban las inquietudes teóricas de sus predecesores: «Jenófanes fue el primero que afirmó la unidad de todo y se dice que Parménides fue su discípulo» (DK 21A30).

Esa idea de unidad parece asomar en uno de sus propios fragmentos: «De la tierra nacen todas las cosas y en la tierra terminan todas». «Porfirio dice que Jenófanes consideraba como principios lo seco y lo húmedo, es decir, tierra y agua, y menciona un pasaje que muestra esto: tierra y agua son todas las cosas que nacen y crecen» (DK 21A29). Este pensamiento, unido a su crítica teológica, le aproximaba al parecer a esa forma de panteísmo que Aristóteles le atribuye: «Jenófanes, con la vista puesta en el universo entero dijo que lo uno es la divinidad» (Metafísica, I, 986 b21). Pero esa unidad, que está llena de inteligencia y orden y que se manifiesta en la naturaleza, deja abierta a los hombres la esperanza de irla poco a poco entendiendo y conociendo: «A los mortales no se lo enseñaron todo los dioses desde el principio, sino que ellos, en su búsqueda a través del tiempo, van encontrando lo mejor» (DK B18). Igual que su vida tan aventurera en el espacio, Jenófanes nos abría, en el tiempo, la aventura del conocimiento y el progreso.

Enlace permanente: Jenófanes - Fecha de creación: 2017-04-28


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