Sordera

Trastorno caracterizado por la pérdida completa o parcial de la audición. En el estudio de una sordera se exploran los oídos del paciente para detectar supuración, costras, acumulación de cerumen o anomalías estructurales. Puede ser temporal o permanente, congénita o adquirida durante la infancia, adolescencia o vida adulta. Debe tenerse en cuenta el factor envejecimiento y realizarse una valoración psicosocial para averiguar si el individuo se adapta a su sordera o si reacciona con temor, ansiedad, frustración, depresión, enfado u hostilidad. Se determinan el grado de afectación y la causa de la misma. V. también sordera de conducción; sordera neurosensorial. Observaciones: Existen numerosos trastornos y enfermedades que pueden dar lugar a sordera. Al principio, la persona que padece una pérdida de audición leve puede no darse cuenta de ello y negarlo o disimularlo a medida que el problema se intensifica. El reconocimiento, diagnóstico y tratamiento precoces pueden ayudar a evitar una afectación mayor, con la frustración y el peligro que conllevan. Los ancianos con pérdida de audición suelen tener tanto una sordera sensorial como de conducción, tienen dificultad para oír los sonidos agudos y para distinguir fonemas como la «s» o la «f». Es útil hablar con claridad y despacio, permitiendo a la persona que lea en los labios, pero sin gritar. Las personas con una pérdida brusca suelen consultar; en ellas son frecuentes la confusión, el miedo e incluso el pánico. Hablan alto y pronuncian mal. Aparecen nuevos peligros, pues no pueden oír los timbres, silbidos ni sirenas y no han aprendido ninguna técnica para adaptarse a esta amenaza a su segundad. Los sordos de nacimiento necesitan un entrenamiento en el lenguaje antes de alcanzar la edad escolar. La mayoría de los niños afectos presentan ademas trastornos de la percepción visual y son mas dependientes y menos maduros emocional y socialmente; les resulta más difícil aprender a leer y escribir.