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Mano

(Gnóstico) El Señor de Luz. Rex Lucis, en el Codex Nazarœus. Es la segunda “Vida” de la segunda Trinidad o Trinidad manifestada, “la Vida y Luz celestes, y más antigua que el arquitecto del cielo y de la tierra”. (Cod. Naz., vol. I, pág. 145). Estas trinidades son como sigue: El supremo Señor de esplendor y de luz, luminoso y refulgente, antes del cual ningun otro existía, es llamado Corona; el Señor Ferho, la vida no revelada, que existía en el primero desde la eternidad; y el Señor Jordán, el Espíritu, el Agua viva de gracia. (Id., II, págs. 45-51). Es el único, por medio del cual podemos ser salvados. Estos tres constituyen la Trinidad in abscóndito. La segunda Trinidad está compuesta de las tres Vidas. La primera es la similitud del Señor Ferho, por medio de quien él ha dimanado, y el segundo Ferho es el Rey de Luz: Mano. La segunda Vida es Ish Amon (Pleroma), el vaso de elección, que contiene el pensamiento visible del Jordanus Máximus, la imagen (o su reflejo inteligible), el prototipo del Agua viviente, que es el “Jordán espiritual”. (Id., II, pág. 211). La tercera Vida, producida por las otras dos, es Abatur (Ab, el Padre). Es el misterioso y decrépito “Anciano de los Ancianos”, el Antiguo, “Senem sui obtegentem et grandœvum mundi ”. Esta última tercera Vida es el Padre del Demiurgo Fetahil, el Creador del Mundo, a quien los ofitas denominan Ilda-Baoth (véase esta palabra), si bien Fetahil es el único engendrado, la reflexión del Padre, Abatur, que le engendra igualmente a su Hijo Ilda-Baoth, el Demiurgo, considerando el caos de materia. Pero el Señor Mano, “el Señor de Excelsitud, el Señor de todos los genios, es superior al Padre, en este Codex cabalístico, puesto que el uno es puramente espiritual, y el otro es material. Así, por ejemplo, mientras que el “único engendrado” de Abatur es el genio Fetahil, el creador del mundo físico; el Señor Mano, el “Señor de Excelsitud”, que es el Hijo de Él, que es “el Padre de todos los que predican el Evangelio”, produce también un “único engendrado”, el Señor Lehdaio, “un Señor justo”. Es el Christos, el ungido, que derrama la “gracia” del Jordán invisible, el Espíritu de la Corona Suprema. (Para más detalles, véase: Isis sin velo, II, págs. 227 y siguientes, de la edición inglesa).


(Sánscrito) Esta voz sánscrita, en las palabras compuestas, v. gr., Manomaya, manodhâtu, etc., equivale a Manas.


En los monumentos cristianos de los cuatro primeros siglos, la idea, la acción, la omnipotencia o la intervención de la Divinidad no se expresaba más que por una mano aislada, que por regla general salía de una nube. Así se daba entonces a entender que Dios era un Ser incorpóreo e invisible, que sólo se nos manifiesta por sus obras. Todo cuanto se parecía a una materialización o personificación de Dios repugnaba esencialmente al espíritu cristiano, y el mismo San Agustí condena toda práctica de esta naturaleza con las siguientes palabras: “Todo lo que pueda, tratándose de Dios, despertar la idea de una semejanza corpórea, debes rechazarlo de tu pensamiento, repudiarlo, renegarlo y huir de ello”. Aunque en los primeros tiempos del Cristianismo no había nacido aun la herejía de los antropomorfitas, tales prevenciones era, sin embargo, necesarias contra los herejes y contra los estoicos, que se figuraban un Dios corpóreo. Pero en varios monumentos cristianos posteriores al siglo IV vemos ya antropomorfizada la figura de la Divinidad, a la cual se representa como un viejo, como un hombre de edad madura y hasta como un joven. (Véase: Martigny, Dict. Des Antig. Chret., artículo Dieu).

Enlace permanente: Mano - Fecha de creación: 2012-09-09


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