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Nombre inefable

Entre los judíos, era el subtítulo del “nombre de misterio ” de la deidad de su tribu Eh-yeh, “Yo soy”, o Jehovah. Como el tercer mandamiento prohibía usar este último nombre “en vano”, los hebreos lo substituyeron con el de Adonai o “el Señor”. Pero los cristianos protestantes, al traducir indistintamente Jehovah y Elohim –que también es un sustituto per se, además de ser el nombre de una divinidad inferior - con las palabras “Señor” y “Dios”, han venido a ser, más papistas que el Papa, e incluyen en la prohibición ambos nombres. En la actualidad, sin embargo, ni los judíos ni los cristianos parecen recordar, o a lo menos sospechar, la razón oculta por la que la calificación de Jehovah, o YHVH, se ha hecho reprobable. La mayor parte de los cabalistas occidentales parecen asimismo ignorantes del caso. La verdad es que el nombre que ellos presentan como “inefable”, no lo es en modo alguno. Es el nombre “impronunciable”, o mejor dicho, el nombre que no debe pronunciarse, si algo es, y esto por razones simbólicas. En primer lugar, el “Nombre inefable” del verdadero ocultista, no es nombre absolutamente, y menos aun es el de Jehovah. Este último implica, hasta en su significado esotérico, cabalístico, una naturaleza andrógina, YHVH, o sea una naturaleza masculina y femenina. Es simplemente Adán y Eva, esto es, hombre y mujer fundidos en uno, y tal como ahora se escribe y pronuncia, este nombre es a su vez un substituto. Pero los rabinos no tienen interés en recordar lo que admite el Zohar respecto a que YHVH significa “no como Yo soy escrito, soy leído” (Zohar, fol. III, 230a). Hay que saber dividir el Tetragrammaton hasta lo infinito antes de que pueda uno llegar al sonido del verdaderamente impronunciable nombre del dios judío del misterio. Que los ocultistas orientales tienen su propio “Nombre inefable”, apenas hay necesidad de repetirlo. [Cuando durante las ceremonias religiosas del templo el sacerdote hebreo había de pronunciar en alta voz el nombre de Jehovah, se producía un ruido estruendoso para que no llegara a oídos del pueblo el nombre inefable. Reminiscencia de esto es la costumbre, que aun en nuestros días se conserva en las Iglesias católicas, de tocar gran número de ruidosas campanas sujetas a una rueda, a la que se hace dar repetidas vueltas por medio de una cuerda, cuando, en la misa mayor, el sacerdote oficiante entona las primeras palabras del Gloria y del Credo, en las cuales figura el nombre de Dios (Deus). Pero esto no es óbice para que en los mismos templos católicos se pronuncie a cada paso, desde el púlpito, el nombre de la Divinidad, del modo más claro para que lo oigan todos los fieles.]

Enlace permanente: Nombre inefable - Fecha de creación: 2012-09-09


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