Política

Es realmente el arte de lo posible, es el uso del poder para la consecución del bien común de la sociedad, es decir, la preocupación que abarca el conjunto de aquellas condiciones de la vida social con las que las personas, las familias y las asociaciones pueden lograr más plenamente su realización. La actividad política debe realizarse con espíritu de servicio. Pero en el centro del bien común está también un mínimo, un núcleo consistente en los derechos humanos, fijados principalmente en las constituciones nacionales y en las legislaciones ordinarias, así como en las ratificaciones de instrumentos nacionales. En cuanto a política, su idea se desdobla en dos conceptos diferentes que conviven cotidianamente en opinión de ciudadanos y de motivación de acción de los políticos: uno (positivo) es que la política es la más noble de las ocupaciones humanas en su empeño por la realización del bien común, del bien de las colectividades, lo que se aplica como un propósito final. Por consiguiente, el ciudadano espera del político un trabajo motivado por un espíritu de servicio a la comunidad, no buscando la propia utilidad, ni la de su propio grupo o partido, sino el bien de todos y cada uno y, por tanto, y en primer lugar, el de los más desfavorecidos de la sociedad; el otro (negativo) plantea que la política es el arte o la sabiduría de conquistar o de mantener estable el poder, o hacer el bien; esta visión no es propiamente un fin, pero sí un medio de ganar el apoyo de los ciudadanos para la conservación o la estabilidad del poder, utilizando paralelamente otros medios también válidos como el marketing, clientelismo, populismo, hasta la mentira y la corrupción. En materia de política los propios estados y cada uno de los ciudadanos tienen el deber ético ineludible de contribuir a que el código de los derechos básicos de la persona alcance su plena efectividad en todos los ámbitos de la vida y en todas las partes del planeta.