Diálogo
Los griegos descubrieron dos formas de utilizar el logos o palabra: el monólogo y el diálogo. En el monólogo la palabra se dirige a una audiencia que escucha y acepta. El diálogo, en cambio, se origina en una cuestión respecto de la cual es valioso dar y recibir opiniones. Sólo ocurre si existe algún interés compartido en torno al cual ronda la duda, la confusión o algún deseo de problematizar, teniendo a la base una disposición para escuchar y ser escuchado. Hay que escuchar con la misma satisfacción con la que se habla, habituarse a las opiniones extrañas y todavía sentir un cierto placer en la contradicción, dice Friedich Nietzsche. Por su parte, el filósofo Gastón Gómez Lasa afirma que el proceso dialógico se constituye tan sólo cuando los participantes están dispuestos a traspasar la validez de sus propias visiones, y obtener sobre ellas un consenso mínimo, parcial o completo. No hay diálogo posible sobre un asunto resuelto, cerrado a nuevas sugerencias, y con participantes convencidos de estar en la verdad. Es un error asimilar el diálogo simplemente con una charla o con una conversación. Inevitablemente, el diálogo es un tipo de comunicación que exige formular preguntas y buscar respuestas.