Genio
Del latín genius, originalmente designa a un dios personal. Procede a su vez del verbo gignere que significa engendrar. Para los romanos era algo similar a un ángel de la guarda, esto es, una deidad personal. A partir del siglo XVI se utiliza esta palabra para definir a ciertos individuos animados por una fuerza incontenible, capaces de producir resultados excepcionales, y hacer aportes fundamentales y duraderos para la humanidad. Desde el comienzo se supuso que esta condición se daba como una realidad individual, no explicable en términos del contexto social, y que este comportamiento inusual se debía a la existencia de una fuerza interna incomprensible y misteriosa. Más adelante, algunos autores insatisfechos con esta concepción inasible desde una perspectiva social y cultural, elaboraron otras explicaciones. Leslie White, por ejemplo, entiende que no se trata únicamente de una persona excepcionalmente dotada por la naturaleza, sino de una persona que ha logrado una importante síntesis de elementos culturales. El filósofo William James a fines del XIX reduce la idea de genio a la facultad de percibir las cosas de un modo desusado, el inventor Thomas Alva Edison lo define como una larga paciencia, y más recientemente el investigador Marvin Minsky habla simplemente de la capacidad de aprender mejores formas de aprender. En la actualidad el concepto de genio ya no tiene ninguna importancia como recurso explicativo entre los especialistas, pero se lo utiliza con un sentido descriptivo, y es un hecho que ha sobrevivido como una creencia de sentido común.