Libertad
Esta palabra designa uno de los problemas más arduos del pensamiento filosófico occidental. En este complejo cuadro, se pueden distinguir dos grandes líneas de reflexión. Por una parte, están los pensadores deterministas que niegan la libertad humana porque consideran que todo resulta de un conjunto de estructuras intrínsecas y extrínsecas que impiden cualquier acto libre. En el determinismo el hombre es concebido como el resultado de una suma de variables y determinaciones previas, en donde no interviene la voluntad. En oposición a la postura anterior, surge la tesis de la persona como un ser libre, aunque no en forma absoluta, sino arraigado a unas circunstancias de tipo biológico, religioso y cultural. Esto es, el hombre puede decidir dentro de un abanico de posibilidades, y construir un proyecto para su existencia. Kierkegaard afirma que el yo humano es finalmente la síntesis de posibilidad y necesidad. Habitualmente se enfatiza que la libertad es una condición humana asociada a la posibilidad de hacer lo que se desea. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de 1789, plantea específicamente que la libertad consiste en poder hacer todo lo que no daña a los demás. Puestas así las cosas, se asume una descripción exterior de la condición libre, porque sería el medio o el entorno el que permite o prohíbe, pero se olvida que sólo cuando hemos escogido un rumbo, el medio en que vivimos nos impone dificultades o nos ofrece condiciones favorables. Otra alternativa, más apropiada para relacionar libertad y creatividad, es entenderla como la capacidad para otorgar valor a las cosas. Las cosas y las acciones no tienen peso propio, son las personas las que les otorgan o les niegan gravedad. Cada aspecto de la existencia exige valorar y optar. El acto libre, de esta manera, debe entenderse como aquel que asigna sentido tanto a la propia vida como al entorno. Un resultado creativo se reconoce porque posee originalidad y relevancia. Ahora bien, relevante es aquello que tiene valor para una persona en un contexto y tiempo específicos, de acuerdo a requerimientos determinados. Esto significa que no se trata de algo objetivo y puede variar de una persona a otra. No existe una relación necesaria entre hecho y valor. Decidir que algo es relevante, es optar, despejar una duda, escoger una alternativa, y ello pone en juego necesariamente una definición personal. En una palabra, se precisa un sentido de identidad y de libertad personales para alcanzar la creatividad. Históricamente la libertad se generó a partir de la experiencia de la esclavitud. Como valor central y nuclear se construyó por primera vez en la antigua Atenas hacia el siglo VI de la era antigua. Entre los griegos la libertad no llegó a identificarse con la anarquía, sino con una existencia ordenada al interior de una comunidad sujeta a códigos establecidos y respetados por todos. El académico Jorge Estrella aporta tres razones en favor de la libertad: 1. Es una refutación del determinismo en el ámbito de lo humano. 2. No tenemos más remedio que asumir la tarea de estimar, de asignar sentido al mundo, a nuestras acciones dentro de él y a las de nuestros prójimos. 3. Cuando escogemos una sociedad plural como valiosa, no podemos apostar por una sociedad que niega la diversidad.