Tradición
En su origen esta palabra se relaciona con el acto de entregar algo. Es contenido recibido, que fundamentalmente se acoge sin ánimo de crítica, perfección o cambio, porque tiene el sentido de una verdad revelada, asegurada por su origen y a través del tiempo. No por casualidad, el filósofo tradicionalista español Juan Vásquez de Mella, dice que la tradición es el pronunciamiento de los siglos. En esta perspectiva, no se trata de una simple suma de acontecimientos, sino la sedimentación diacrónica de una forma de ver, de sentir, de comprender, de hacer la experiencia. En un sentido actual, la tendencia es asociarla a lo habitual, a la reiteración, a lo que se mantiene en el tiempo, a un conjunto de normas y creencias incorporadas en las instituciones. Buena parte de los discursos que destacan la importancia de reaccionar adecuadamente frente al cambio, tienden a rechazar las tradiciones por considerar que sólo representan la presencia del pasado que hay que remover. Sin embargo, las relaciones entre innovación y tradición son mucho más ricas y complejas de lo que suele suponerse. Las tradiciones han debido generarse en algún momento, y las innovaciones han de partir de algo. Rechazar lo establecido es ya un punto de partida. No puede haber innovación sino a partir de lo conocido. No se crea de la nada, como tampoco en la nada. Al final, el problema no reside en la tradición como tal, sino en la ausencia de una mirada autocrítica con que los grupos otorgan sentido a lo que han construido. La innovación tiene su madurez, pero también puede tener una mala vejez. Toda innovación exitosa produce una tradición. Recíprocamente, toda tradición fértil provocará otras tantas innovaciones en el futuro.