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Libre comercio

El libre comercio es un tipo de política comercial que permite los intercambios internacionales sin interferencia estatal. La política opuesta es el proteccionismo, que trata de proteger a los productores nacionales de la competencia extranjera mediante tarifas aduaneras, cuotas de importaciones, otras medidas administrativas que restrinjan las importaciones (incluidas medidas para proteger la seguridad alimenticia o proteger el medio ambiente) o subsidios a la producción nacional.

El argumento fundamental a favor del libre comercio es el principio de las ventajas comparativas, cuya demostración clásica fue expuesta en 1817 por el economista británico David Ricardo. Este principio explica por qué el comercio resulta ventajoso para las dos partes incluso en el caso de que uno de los países pudiera producir más barata la mercancía que importa. El ejemplo de Ricardo se refería al comercio de vino y tejidos entre Inglaterra y Portugal. Los costes absolutos de producir ambas mercancías eran por entonces más bajos en Portugal, pero la diferencia era mayor en el caso del vino, así es que a Portugal le resultaba rentable dedicar recursos a la producción de vino a expensas de la producción de tejidos e importar estos de Inglaterra. A su vez a Inglaterra le resultaba rentable especializarse en los tejidos, porque sus costes relativos (es decir en comparación con los costes portugueses) eran más bajos que en el caso del vino. La conclusión es que todo país saldrá beneficiado en la medida en que se especialice en la producción de aquellas mercancías para las que sus costes relativos son menores.

La aplicación práctica de este principio da lugar a muchos debates, pero su validez general es apoyada por una abrumadora mayoría de los economistas profesionales. De manera muy gráfica, el prestigioso economista Paul Krugman ha afirmado que si su profesión tuviera un credo, éste contendría sin duda los dos artículos siguientes: “entiendo el principio de las ventajas comparativas” y “apoyo el libre comercio”. A los consumidores les perjudica el proteccionismo porque las barreras a las importaciones encarecen los precios que pagan. Y se ha comprobado que aquellos países que se han orientado hacia la exportación han tenido en las últimas décadas un desarrollo significativamente más elevado que los que adoptaron una política de substitución de importaciones que reservara el mercado nacional a los productores nacionales

Sin embargo cierto grado de proteccionismo se da en todos los países. Uno de los motivos es que siempre existen sectores productivos nacionales a los que el libre comercio les perjudica: en el ejemplo de Ricardo serían el sector vitivinícola inglés y el sector textil portugués. Tampoco resultaba sencillo vender la fábrica de paños para comprar una viña, ni deseable perder el empleo en el sector textil para irse a trabajar a otro. Desde el punto de vista político resulta además importante que el libre comercio beneficie al conjunto de los consumidores de manera poco visible, mientras que puede dañar de manera muy obvia a un sector concreto, que presionará en contra.

Además de la defensa de intereses particulares, el proteccionismo puede apoyarse en argumentos más amplios. Un argumento muy sólido es el relativo a los sectores productivos nacientes, que no han alcanzado las economías de escala necesarias para reducir los precios, pero que tras una etapa de protección estarán en condiciones de afrontar la competencia exterior. En tales casos los economistas recomiendan unas tarifas aduaneras moderadas. Menos justificación teórica pero mucho apoyo político tiene la protección de ciertos sectores en declive, como es notoriamente el caso del sector agrario de muchos países muy desarrollados. La política agraria común europea, por ejemplo, es muy proteccionista. Otros argumentos se basan en la protección de la independencia nacional, que ciertos sectores temen se vea comprometida si el país depende del exterior para su prosperidad económica, aunque ello resulta en nuestros días inevitable, a no ser que se admita el drástico declive del nivel de vida que implicaría una política autárquica. Los sindicatos de los países desarrollados se sienten amenazados por la competencia de los países con un nivel salarial más bajo, a los que se traslada la producción industrial de ciertos sectores (deslocalización). A un nivel más general, sectores de opinión de los países más desarrollados temen que la competencia internacional lleve a poner en cuestión sus niveles de protección social o de protección al medio ambiente. Y también hay críticos que ven en el libre comercio uno de los instrumentos fundamentales de la globalización y ven en ésta una amenaza a la diversidad cultural del mundo.

Enlace permanente: Libre comercio - Fecha de actualización: 2018-10-12 - Fecha de creación: 2018-10-12


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