Glosario Filosofía / Término
(1642−1727) Científico inglés, nacido en Woolsthorpe, Lincolnshire, autor de la teoría más fundamental del universo: la gravitación universal; sus investigaciones y la metodología científica empleada, constituyen la verdadera culminación de la llamada revolución científica. A los 18 años ingresó en el Trinity College, de Cambridge, y a los 26, en 1669, es nombrado profesor Lucasiano de matemáticas de esta misma universidad, sustituyendo a su profesor, Isaac Barrow, que había renunciado a ella en favor suyo. En esta época −la más fecunda intelectualmente de su vida−, ya había realizado investigaciones en matemáticas (entre otras, el cálculo de fluxiones), mecánica celeste (estudios iniciales sobre la gravitación) y óptica (análisis de la luz y de los colores y un telescopio de reflexión).
En 1672, a los 30 años, es nombrado miembro de la Royal Society. En febrero de este mismo año, comunica en carta dirigida a Oldenburg, secretario de esta corporación, su teoría sobre la composición de la luz y de los colores, según la cual la luz blanca puede descomponerse, mediante un prisma, en luces de colores según el índice de refracción, que un nuevo prisma transforma en luz blanca, y, en 1675, envía a la Royal Society su Hipótesis sobre la luz. Esta Sociedad reconstruye con éxito el experimento de Newton en su propia sede, el 27 de abril de 1676. La agria controversia suscitada por su teoría de la luz y el hecho de pasar a representar personalmente a la universidad ante el Parlamento, hacen que Newton se retire de la actividad científica pública, dedicándose sólo a sus investigaciones científicas y a experimentos de alquimia. En 1682, el paso del cometa posteriormente bautizado como «Halley» le incita a reemprender sus estudios de mecánica celeste y la visita del propio Halley, en 1684, le sirve de ocasión a Newton para revelar su descubrimiento de la (demostración matemática de la) teoría de la gravitación universal. Este mismo año inicia la polémica con Leibniz, con motivo de un libro de éste sobre el cálculo, acerca de quién debía ser considerado primer descubridor del cálculo infinitesimal (descubierto por ambos, al parecer, de forma independiente en la misma época); él mismo redactaría, en 1713, el informe Commercium Epistolicum, en que se atribuye a sí mismo la paternidad del descubrimiento.
En 1687 aparece su obra más importante, Philosophiae Naturalis Principia Mathematica [Principios matemáticos de la filosofía natural], conocida simplemente como los Principia, obra que consta de tres libros: los dos primeros (I: «El movimiento de los cuerpos», II: «El movimiento de los cuerpos en medios resistentes») establecen las bases teóricas de la mecánica clásica −expuesta según un método matemático−geométrico, y no en el de las fluxiones, o cálculo, sólo conocido por él en aquella época− que, luego, aplica en el libro tercero, que lleva el subtítulo de El sistema del mundo, a los movimientos celestes, determinando de esta manera, y precisándola cuantitativamente, la existencia de la gravitación universal: fuerza por la que dos cuerpos cualesquiera en el universo se atraen según el producto de sus masas y el inverso del cuadrado de su distancia. Presupuesto y teorema fundamental de la teoría es la consideración de todos los cuerpos a modo de masas puntuales concentradas en su centro.
Por dos veces, en 1689 y 1701, es elegido miembro del Parlamento como representante de la universidad de Cambridge; en 1696 es nombrado inspector de la Casa de la Moneda y luego en 1699 director de la misma, cargo muy bien remunerado que le permite renunciar en 1701 a la cátedra de Cambridge, y en 1703 es elegido presidente de la Royal Society, sucediendo a Robert Hooke (1635−1703) en este cargo, que desempeña hasta su muerte En 1704 publica la Óptica, o tratado de la luz y los colores, que reproduce los estudios realizados en su juventud, y en 1705 es nombrado por la reina «caballero». En 1706 aparecen sus lecciones de álgebra que llevan el título de Arithmetica universalis. En sus últimos 25 años de vida Newton ya no publica investigaciones científicas de importancia, y actúa sobre todo como influyente presidente de la Royal Society y director de la casa de la Moneda. Una serie de manuscritos dejados a su muerte, conocidos como «Colección Portsmouth», lo revelan como hombre interesado por la alquimia, la teología y los textos herméticos y los bíblicos, que interpretaba en sentido literal. Y aunque tales rasgos impiden, de alguna manera, considerar a Newton como el representante más genuino del pensamiento racional e ilustrado −lugar que, por otra parte, parecería tener que ocupar por la enorme trascendencia de sus dos obras científicas de mayor importancia y la rigurosa metodología científica en ellas desplegada−, su aportación en diversos ámbitos de la filosofía es de sumo interés histórico. Desde el punto de vista de la historia de la ciencia, Newton logra explicar el movimiento de los cuerpos celestes con los mismos principios del movimiento con que caen los cuerpos: la órbita elíptica de los cuerpos celestes (según la primera ley de Kepler) es la resultante de un movimiento de inercia (principio formulado por Gali−leo) y la fuerza de atracción del Sol, cuyo valor establece de acuerdo con la tercera ley de Kepler (directamente proporcional al producto de las masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia). Los planetas caen hacia el Sol −o la Luna hacia la Tierra− igual como la manzana sobre la superficie terrestre: «todo cae». Este «sistema del mundo», que unifica bajo las mismas leyes todo el universo, resulta posible gracias a la descripción ideal matemática que de él ha hecho Newton, juzgada como la más cercana a la realidad hasta el momento. El método que sigue Newton es el método galileano de análisis y síntesis, en el que hay que distinguir el momento de la observación, el experimento y la inducción o generalización de lo observado (análisis), mediante el cual se llega a los principios, esto es, a las causas y a las fuerzas a que se atribuyen los fenómenos, y el momento en que se explican desde los principios y causas los fenómenos observados. Él mismo afirma, en su Reglas del filosofar, con las que inicia el libro III de los Principia, que las hipótesis no pueden «debilitar» los razonamientos fundados en la inducción. Se discute en la actualidad si verdaderamente Newton pudo basar en la inducción las leyes del movimiento, o si, por ejemplo, derivó de manera inductiva la ley de la gravitación universal a partir de las leyes de Kepler; Pierre Duhem, por ejemplo, lo niega y sostiene, junto con otros, que en realidad Newton no se atuvo estrictamente al método que describe en la Óptica y que, en diversos momentos de su obra, recurre a hipótesis (por ejemplo, a la del espacio y tiempo absolutos, en modo alguno empíricamente observable, la del sensorium Dei y aún la del «éter» −«cierto espíritu sutilísimo que penetra los cuerpos»−, de que habla al final del Escolio General). La conocida frase de Newton −«no imagino hipótesis» (hypotheses non fingo)−, no ha de interpretarse, por tanto, literalmente. La mecánica clásica newtoniana, junto con el «sistema del mundo» de Newton, no tuvo dificultad alguna para imponerse sobre la visión cartesiana de un universo de vórtices, difundida por aquella época por el Tratado de física (1671) del cartesiano Jacques Rohault; mientras se imponía fácilmente en Inglaterra, donde sólo Berkeley se opuso, en Francia, donde llegó antes la Óptica que los Principia, sus divulgadores fueron Maupertuis y Voltaire.
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