Se desarrollan al pie de los acantilados, en la zona comprendida entre la pleamar y la bajamar, donde actúan las olas. Tienen forma de rampa, de anchura variable, con una pendiente que depende del calibre de los materiales. No suelen ser completamente lisas, sino accidentadas por resaltes, escalones y acanaladuras y con frecuencia terminan en una terraza de acumulación, sobre la que puede desarrollarse una playa.
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