Apellido, Origen del
El apellido fué el instrumento que permitió la identificación de cada individuo en el ámbito de una determinada comunidad. El nacimiento del apellido entre los años 1000 y 1200, se debió especialmente a dos causas: la primera se vincula con el gran crecimiento demográfico que sufrieron diversas zonas en ese período; la segunda causa muy ligada a la primera se debe a la concentración demográfica que se produjo en determinados lugares. Antes de establecerse el uso del apellido cada individuo además de por su propio nombre era identificado con un sobrenombre o con el nombre de la madre o del padre (costumbre aun practicada en algunos lugares en los que a menudo se identifica a una de esta foma, por ejemplo "Manuel de Dominingo" (Manuel, hijo de Domingo). En la España Visigótica (como en otras culturas Germánicas), se solía formar también el apellido de un individuo añadiendo al primer nombre del padre una de las formas patronímicas "ez", "iz", o "az" (que significaba "hijo de"). De esa forma tenemos a "Fernández" - significando "hijo de Fernando", "Núñez" - significando "hijo de Nuño". Este sistema podía funcionar en una comunidad muy pequeña pero al crecer, esta comunidad se encontraba en la imposibilidad de identificar a sus propios individuos y es en este punto que se demuestra la imperiosa necesidad que tuvieron las comunidades medianas y grandes de oficializar los diversos sobrenombres transmitiéndolos luego en línea directa de padre a hijo. La transmisión del apellido por la via paterna se difundió en Europa entre el final de la baja Edad Media y el Renacimiento (1400–1500) siendo obligatoria después del Concilio de Trento (1543-1563). Algunas veces, el lugar de origen se usaba o añadía como segundo apellido, precedido de la palabra "de" o "del". De esta forma tenemos apellidos como "de la Vega", "del Valle", etc.