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Fatalismo

Los antiguos rechazaban con razón el fatalismo porque implica el curso ciego de un poder más ciego aun. Pero, como todos cuantos creemos en el Karma, creían en el Destino (o “vías de la Providencia”, como otros lo denominan), que cada hombre, desde que nace hasta que muere, va tejiendo hilo por hilo en derredor de sí mismo, como la araña su tela. El Destino es guiado por la voz celeste del invisible Prototipo que está fuera de nosotros, o bien por nuestro más íntimo hombre astral o interno, que con sobrada frecuencia es el genio malo de la entidad encarnada que se llama hombre. Uno y otro llevan tras de sí al hombre exterior, pero ha de prevalecer uno de ambos, y desde el principio mismo de la invisible lucha, la rígida e inexorable Ley de Compensación aparece y emprende su curso siguiendo fielmente las fluctuaciones de la pelea. Una vez está tejido el último hilo y el hombre aparentemente envuelto en la red de su propia obra, entonces se halla por completo bajo el imperio del Destino que él mismo se ha labrado, y entonces este Destino le fija a él como un marisco en la roca inmóvil, o le arrastra como una pluma en el torbellino levantado por sus propias acciones, y esto es el Karma. (Doctr. Secr., I, 700). –Véase: Karma. (G.T. H.P.B.)

Enlace permanente: Fatalismo - Fecha de creación: 2012-09-09


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