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Porfirio

(Porphyrius) Filosófo neoplatónico y escritor sumamente distinguido, sólo inferior a Plotino como maestro y filósofo. Nació antes de la mitad del siglo III después de J. C., en Tiro, razón por la cual era llamado Tirio, y segun se supone, pertenecía a una familia judía. Aunque completamente helenizado y pagano, su verdadero nombre Melek [o Malek] (rey) parece indicar que tenía en sus venas sangre semítica. Los críticos modernos le consideran muy justamente como el más prácticamente filosófico y el más moderado de todos los neoplatónicos. Escritor eminente, adquirió especial renombre por su controversia con Jámblico respecto a los males inherentes a la práctica de la Teurgia. No obstante, acabó por convertirse a las ideas de su adversario. Místico por nacimiento, siguió lo mismo que su maestro Plotino la disciplina Râja-Yoga pura, que conduce a la unión del alma con la Super-Alma o Yo superior (Buddhi-Manas). –Con todo, se lamentó de que a pesar de todos sus esfuerzos, no consiguió alcanzar dicho estado de éxtasis hasta llegar a los setenta años, mientras que Plotino le aventajaba en ese punto. Esto era probablemente porque, así como su maestro tenía en el mayor desprecio la vida y el cuerpo físico, limitando las investigaciones filosóficas a aquellas regiones en que la vida y el pensamiento se hacen eternos y divinos, Porfirio dedicaba todo el tiempo a consideraciones sobre la aplicación de la filosofía a la vida práctica. “El fin de la filosofía es para él la moralidad”, dice uno de sus biógrafos; podemos casi decir la santidad, la curación de las flaquezas humanas, comunicar al hombre una vida más pura y vigorosa. El mero saber, por verdadero que sea, no es suficiente por sí mismo, el saber tiene por objeto la vida en armonía con el Nous, “razón” –traduce su biógrafo. No obstante, como quiera que nosotros interpretamos la palabra Nous, no en el sentido de “razón”, sino en el de “mente” (Manas) o el divino Ego eterno del hombre, traduciríamos la idea esotéricamente diciendo: “el saber o conocimiento oculto o secreto tiene por objeto la vida terrestre en armonía con el Nous, o nuestro eterno Ego que se reencarna”, lo cual se ajustaría mejor a la idea de Porfirio, como se ajusta más a la filosofía esotérica. (Véase: Porfirio, De Abstinentia, I, 29). De todos los neoplatónicos, Porfirio es el que más se acercó a la verdadera Teosofía, tal como ahora la enseña la Escuela secreta oriental. Esto lo demuestran todos nuestros modernos críticos y escritores que se han ocupado de la Escuela de Alejandría, porque Porfirio “sostenía que el Alma debiera estar, todo lo posible, libre de los lazos de la materia … estar dispuesta … a separar todo el cuerpo”. (Ad Marcellam, 34). Recomienda la práctica de la abstinencia diciendo que “nos asemejaríamos a los dioses si pudiésemos abstenernos de alimentos vegetales lo mismo que de los animales”. Acepta de mal talante la teurgia y el encantamiento místico, puesto que son impotentes para jurificar el principio noético (manásico) del alma; la teurgia puede “solamente purificar la parte inferior o psíquica, y hacerla capaz de percibir seres inferiores, tales como espíritus, ángeles y dioses”. (Agustín, De Civitate Dei, X, 9), exactamente lo mismo que enseña la Teosofía. –“No profanéis la Divinidad –añade- con las varias imaginaciones de los hombres; no injuriéis lo que es por siempre bendito (Buddhi-Manas), pues de lo contrario os cegaréis para la percepción de las verdades más importantes y más vitales”. (Ad Marcellam, 18). –“Si queremos librarnos de los ataques de los malos espíritus, hemos de mantenernos libres de aquellas cosas sobre las cuales tienen poder los malos espíritus, porque éstos no atacan el alma pura que no tiene afinidad con ellos”. (De Abstin., II, 43). Esta es también nuestra enseñanza. Los Padres de la Iglesia consideraban a Porfirio como el enemigo más acérrimo y más irreconciliable con el cristianismo. Por último, y una vez más como en la moderna Teosofía, Porfirio –y con él todos los neoplatónicos, segun San Agustín- “ensalzaban a Cristo a la vez que menospreciaban el cristianismo”; Jesús, afirmaban ellos, como afirmamos nosotros, “nada dijo por su parte contra las divinidades paganas, pero obraba milagros con ayuda de ellas”. “No podían llamarle, como sus discípulos, Dios, pero le honraban como a uno de los hombres más buenos y sabios”. (De Civit. Dei, XIX, 23). No obstante, “ni aun en el calor de la controversia parece haberse pronunciado apenas una palabra contra la vida privada de Porfirio. Su sistema prescribía la pureza … y él la practicaba”. (Véase: Diccion. De Biografía cristiana, tomo IV, “Porfirio”).

Enlace permanente: Porfirio - Fecha de creación: 2012-09-09


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