Manufacturas reales

En el siglo XVII Francia se propuso poner en funcionamiento la industria privada como medio de estimular el desarrollo de las manufacturas nacionales. Se promulgaron diversas ordenanzas para restringir mediante derechos proteccionistas la importación de textiles e impulsar de este modo la producción nacional.

Francia creó el modelo de empresa pública industrial, que con medio siglo de retraso se copiaría en España con la creación de las Reales Fábricas. Por exclusión sólo el Estado francés podía emprender la modernización de la industria. Así, según Colbert, el Estado se convertía en el principal promotor del progreso industrial y en su protector natural. Por estas razones Colbert, ministro de finanzas de Luis XIV, promovió un nuevo tipo de empresas industriales: Las Manufacturas Royales, que tenían tres rasgos principales: eran empresas privilegiadas, estaban sometidas a un cierto grado de intervención y eran empresas concentradas.

Básicamente existían dos tipos de Manufacturas Reales: El más alto eran las Manufacturas Reales de Estado, que eran propiedad del Estado y se centraban en la industria militar y la de lujo.

En segundo lugar las Manufacturas Reales en las que el Estado se limitaba a ser promotor indirecto y protector a cambio de la capacidad de supervisión. La protección se realizaba a través de privilegios y se simbolizaba en la ostentación del escudo y las armas del rey. Además, cuando se organizaban como sociedades por acciones, era frecuente que el Estado o la realeza participasen directamente para dar ejemplo a los inversores particulares. Se crearon más de un centenar de Manufacturas Reales en tiempos de Colbert (1661-1683), destacando el sector textil y metalúrgico.

El prestigio de que gozaba la monarquía francesa en Europa, y el éxito, al menos aparente, de la política industrial de Colbert, fueron dos de los principales factores que motivaron a los déspotas ilustrados del S. XVIII a aplicar esa misma política en sus respectivos estados.