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Racionalismo

«Es la creencia en la supremacía de la razón, en forma de un verdadero dogma, negando lo supraindividual, o sea la intuición intelectual pura, lo cual significa la exclusión de todo verdadero conocimiento metafísico» (R. Guénon, El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos)

«A través de las etapas de decadencia atravesadas por Occidente, la desviación y la anulación de lo intelectual fue llegando progresivamente a muy bajos niveles. Por ejemplo, en la filosofía moderna Descartes pretendió limitar la inteligencia a la razón. En efecto, con el racionalismo se identificaron ambas cosas, logrando la razón nada más que "claridad y distinción". A su vez con el empirismo no pudo ir el pensamiento más allá del dominio de la materia y de los fines prácticos. El racionalismo, sin embargo, no pudiendo elevarse a la verdadera intelectualidad, por lo menos llegó a una verdad relativa. En cambio el intuicionismo contemporáneo va más allá, rebajando la intelectualidad a tal punto que las facultades más elevadas no serían más que representaciones de la realidad sensible. Por fin, para el pragmatismo ya no queda ningún lugar para los niveles superiores, al asimilar la verdad a la utilidad, con lo cual se suprime totalmente el intelecto humano. Para esta última orientación del pensamiento ya no importa la verdad en un mundo donde no hay posibilidades de conocimiento real, sino únicamente aspiraciones a lo exterior y a la pura mecanicidad.» (V. A. Biolcati, La Edad Crepuscular)

En el Occidente de nuestro días, cuando se habla de inteligencia, existe una referencia implícita a su dominio inferior, es decir, a la razón. Guénon señala muy acertadamente como error racionalista el hecho de limitarlas facultades intelectuales a no sobrepasar el orden racional. Añade al respecto que se han autotitulado racionalistas en el curso de la Edad Moderna, quienes eran meros negadores de todo aquello que pudiese sobrepasar la realidad sensible y además adoradores de la diosa razón. Por lo demás, considera que no estaban capacitados para ver que más allá de lo racional, facultad meramente individual y limitada, está lo suprarracional, es decir, lo intelectual puro, lo que supera el ámbito del individuo para entrar en lo universal. Este último es, metafísicamente hablando, el campo de lo intelectual en el verdadero sentido de la palabra.

La negación del intelecto puro rebaja la inteligencia a lo meramente racional y discursivo, marco estrecho que pretende encerrar lo verdadero en lo expresable y puerta abierta a todas las confusiones inconscientes y también intencionales propias del pensamiento moderno. Por causa de tales imprecisiones, muchas veces se toma por profundidad intelectual lo que es simple nebulosidad y oscuridad expositiva deliberada, y donde muchos desarrollos interminables son simplemente problemas ex profeso mal planteados. Es común que algunos pensadores contemporáneos efectúen largos desarrollos para demostrar hipótesis sin mayor trascendencia.

No se puede reprochar a nadie no poder llegar más lejos de allí donde sus facultades se lo permiten, pero la tendencia tan común en los medios pseudo-intelectuales modernos de querer negar a otros la posesión de aquello que a uno le falta, revela una verdadera limitación mental propia de estos tiempos. Hay que reconocer lo que vale la razón, la cual tiene incontestablemente su ámbito, pero no caer en la aberración racionalista que consiste en negar lo superior, o sea invalidar la metafísica.

«En la crítica racionalista de los dogmatismos, no todo es rechazable de entrada, pues los contrasentidos - reales aunque extrínsecos - que se encuentran en las imaginerías religiosas provocan forzosamente dudas y protestas, en ausencia de un esoterismo sapiencial que pueda colmar las fisuras y reducir las disonancias accidentales a la armonía de la substancia. No carece de relación con la fatal limitación de los dogmatismos, por otra parte, su desdén por la inteligencia - que buscan reducir a la "razón" - en función de su llamamiento al creer tan solo. Siendo esto así, ni que decir tiene que no se puede hacer un reproche a todos aquellos que no pueden evitar constatar los perjuicios de una piadosa ininteligencia de la que el campo fideísta ofrece muchos ejemplos; el que algunos saquen de estas constataciones las conclusiones más falsas y se complazcan en las generalizaciones más abusivas es una cuestión completamente distinta. Sea como fuere, el que las reacciones del increyente y las del esoterista puedan coincidir es un hecho que no excusa los errores del incrédulo, como tampoco invalida las tesis del metafísico.

El hombre que rechaza la religión porque la literalidad de ésta a veces parece absurda - a causa de un desglose y una dosificación que exigen la cristalización formal y la adaptación a una mentalidad colectiva intelectualmente mínima - , ese hombre ignora algo esencial, pese a la legitimidad lógica de su reacción: a saber, que la imaginería a primera vista contradictoria vehicula datos que en última instancia son perfectamente coherentes e incluso de una evidencia deslumbrante para todo aquel que sea capaz de presentirlos o captarlos» (F. Schuon, Aproximaciones al Fenómeno Religioso)

Enlace permanente: Racionalismo - Fecha de creación: 2014-12-25


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