Glosario Tradición religiosa / Término

Tradición

La Verdad Universal y Perenne transmitida desde los tiempos primordiales a la humanidad y que toma forma de diferentes doctrinas o tradiciones.

«Etimológicamente tradición significa lo que se transmite, en este caso el conocimiento universal, y esa transmisión se efectúa siempre en la forma que las circunstancias posibilitan. La tradición en su forma originaria se manifestó casi exclusivamente en forma oral, por se la más efectiva.» (V. A. Biolcati, La Edad Crepuscular).

«La Tradición universal y unánime es una sabiduría que no ha sido hecha sino que es ahora lo que ha sido y será siempre. Lo que se llama hoy en día religión cristiana existía en los antiguos y no a cesado nunca de existir desde el origen del género humano hasta que, habiendo venido el Cristo mismo, se le ha comenzado a llamar cristiana a la verdadera religión que existía ya antes» (San Agustín)

«La tradición no es el "pasadismo", la vuelta a un formalismo anticuado, sino la permanencia de el origen en la duración» (Frederic Tristan)

«La tradición no significa cristalizarse en una fórmula sin vida, en una mascarada grotesca del pasado sino por el contrario liberar, traducir, entregar al presente - para que el presente haga de ello un uso inteligente - las lecciones del pasado: movimiento y no inmovilidad» (Landry Vaillant)

«Conviene comprender lo que significa este concepto de tradición generalmente negado, desnaturalizado o desconocido. No se trata del color local, de las costumbres populares, ni de los usos curiosos conservados por los folkloristas, sino del origen mismo de las cosas. La tradición es la transmisión de un conjunto de medios consagrados que facilitan la toma de conciencia de los principios inmanentes al orden universal, ya que el hombre no se ha dado a sí mismo la razón de ser de su existir. La idea más cercana, la más dotada para evocar lo que la palabra significa, sería la de una filiación espiritual de maestro a discípulo, la de una influencia conformadora análoga a la vocación a la inspiración, tan consustancial al espíritu como la herencia al cuerpo. Se trata de un conocimiento interior, coexistente a la vida, de una coexistencia, y al mismo tiempo de una conciencia superior reconocida como tal, de una co-ciencia, en ese punto inseparable de la persona que nace con ella y constituye su razón de ser. Desde este punto de vista, el ser es completamente lo que trasmite, él no existe sino porque trasmite y en la medida en que trasmite. Independencia e individualidad aparecen como realidades relativas que testimonian un alejamiento progresivo y una caída continua a partir de un estado extensivo de sabiduría original, perfectamente compatible con una economía arcaica.

Este estado original puede ser representado por el concepto de centro primordial del que el paraíso terrestre de la tradición hebrea constituye uno de los símbolos, comprendiéndose que este estado, tradición y centro, constituyen tres expresiones de la misma realidad. Gracias a esta tradición anterior a la historia, el conocimiento de los principios ha sido, desde el origen, un bien común a la humanidad que posteriormente se ha extendido en las formas más altas y perfectas de las teologías del período histórico. Pero una caída natural, generadora de especialización y obscuridad, ha abierto un hiato creciente entre el mensaje, los que lo trasmiten y aquellos que lo reciben. La explicación se hace cada vez más necesaria, pues la polaridad ha aparecido entre el aspecto exterior, ritual y literal y el sentido original, vuelto interno, es decir, oscuro e incomprensible. En Occidente este aspecto exterior ha tomado, en general, la forma religiosa. Destinada a la muchedumbre de los fieles, la doctrina se ha escindido en tres elementos, un dogma para la inteligencia, una moral para el alma y unos ritos para el cuerpo. Durante este tiempo, por el contrario, el sentido profundo transformado en esotérico se ha reabsorbido cada vez más en formas tan oscuras que ha sido necesario recurrir a ejemplos paralelos de la espiritualidad oriental para reconocer su coherencia y validez.

El oscurecimiento progresivo de la idea de tradición nos ha impedido desde hace tiempo comprender la verdadera fisonomía de las civilizaciones antiguas, y al mismo tiempo, nos ha impedido el retorno a una concepción sintética, que era la de ellas. Sólo la perspectiva de los principios permite comprenderlo todo sin suprimir nada, hacer la economía de un nuevo vocabulario, ayudar a la memoria y facilitar la invención, establecer relaciones entre las disciplinas en apariencia más alejadas, al reservar al que se coloca en este centro privilegiado la inagotable riqueza de sus posibilidades, y esto gracias a los símbolos.» (Luc Benoist, El Esoterismo)

«En la enseñanza guenoniana la noción de tradición ofrece un significado excelso que sólo la incomprensión podría rebajar el sentido vulgar de tratarse de un sinónimo de culto del pasado por el pasado, exaltación de una ideología reaccionaria o despecho ante el curso decadente de la historia. Mucho más allá de lo dicho va la intuición certera de Guenon. El autor francés vislumbra que entre los símbolos, los mitos, las conductas rituales y el lenguaje doctrinal que los acompaña, por siempre y en el orge todo, existen analogías recónditas, equivalencias estructurales, que denuncian un fondo común, un fundamento eterno que escapa a todas eses cristalizaciones temporales. Más aún. Advierte que la totalidad del universo con sus componentes cósmicos articulados, con sus figuras, con sus formas, con sus movimientos, manifiesta igualmente aquel mismo principio inmutable. Y observa del mismo modo que el hombre en su constitución personal, en su organización social y cultural y en su desenvolvimiento histórico es también expresión de ese principio no-manifestado. Existe un fundamento, una arché, un centro firma al que todo lo que se mueve, cambia, se transforma, nace y desfallece, se relaciona. Este centro no es humano, sobrepuja al hombre, está más allá del cosmos y es ajeno a la civilización, aunque todos hunden en él sus raíces. Tradición es lo que se transmite. Fidelidad en la entrega del legado primordial. Luego, dar lo recibido. Esta cesión o transferencia exige respeto y lealtad. Respeto por el patrimonio tradicional, lealtad a la doctrina. Cuando el principio se obnubila, la fidelidad se malogra, el hombre se aparta del origen y su enseñanza es infiel. Una civilización no tradicional es la que, extraña a la transmisión, ni se funda en principios absolutos ni los observa, se entrega a su propia inmanencia pasajera.(F. García Bazán, René Guénon y el Ocaso de la Metafísica)

Ver el documento «¿Qué hay que entender por Tradición?» de la página Sabiduría Universal.

Ver también «La Idea de Tradición» de la página Amnesia.

Enlace permanente: Tradición - Fecha de creación: 2014-12-25


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