Eureka
Según la narración de Vitruvio, un viejo rey de Siracusa habiendo triunfado en todas sus empresas, decidió ofrecer una corona de oro a los dioses. Acordó su fabricación con un experto artesano, a quien pagó una gran suma de dinero. Con la corona en sus manos, el rey quiso saber si efectivamente estaba fabricada completamente del precioso metal, pero esto era imposible sin destruirla. Entonces hizo llamar a Arquímedes, uno de los sabios de la corte, quien señaló que el problema no tenía solución debido a su forma irregular, lo que impedía calcular su volumen exacto. El rey insistió y le exigió una respuesta, o pagaría con su cabeza. Sin alternativa el sabio trabajó duramente, estudió y consultó, pero no llegó a ningún resultado positivo. Resignado a perder la vida decidió darse un baño y presentarse ante el rey. Sumergido en el agua de pronto exclamó: ¡eureka! Allí estaba la solución. Su cuerpo al entrar en la tina desplazó una cantidad de agua equivalente a su volumen y éste podría medirse fácilmente. La forma irregular de la corona ya no importaba, bastaba con introducirla en un recipiente con agua y observar el aumento de su nivel. En este contexto, esta palabra representa una expresión de júbilo y significa aproximadamente ¡lo encontré! En cierto modo, la intersección ¡ajá! es equivalente a ¡eureka!