Ustrinum
Era el local destinado a la cremación de los cadáveres en la antigua Roma, costumbre que los romanos tomaron (como muchas otras) de los griegos. Estos, el día décimo después de la muerte quemaban el cuerpo, y para ello se reunía fuera de la ciudad toda la leña que se había cortado durante los nueve días precedentes con tal objeto, y se construía la pira, cuyas dimensiones variaban según la importancia del difunto. La pira de Patroclo tuvo, según Homero, cien pies de largo por otros tantos de ancho. Preparada la pira y al acercarse la hora designada para la cremación, se ponía en movimiento la fúnebre comitiva; los hijos generalmente llevaban los cuerpos de sus padres y de sus madres. Llegados cerca de la pira, los encargados de la cremación examinaban si todo estaba corriente para la ceremonia y, asegurados de ello, los parientes más próximos colocaban el lecho fúnebre sobre la pira, que estaba ricamente adornada con colgaduras y guirnaldas de flores. Mientras todo esto se verificaba, se sacrificaban a los manes del difunto animales, que debían ser completamente puros y de color negro. En seguida se les sacaba la grasa, con la que se untaba el cuerpo del difunto, de la cabeza a los pies, mezclando además con ella aceites olorosos y ricos perfumes. Se colocaba también alrededor del lecho fúnebre vasos llenos de mirra y de aceite y algunas veces de miel y de vino; el vino, por considerársele amigo de los cuerpos muertos, y el aceite, para inflamar y consumir la leña más fácilmente. Se colocaban los cuerpos de las víctimas al lado del difunto, y cuando se trataba de un soberano o de un príncipe, en lugar de animales irracionales se sacrificaban esclavos.