Disposición mental

La disposición (o actitud mental) es un estado de preparación para pensar o percibir de una manera determinada. Es una tendencia que gobierna decisivamente la cognición.

Jersild (1927) fue el primero en investigar sobre “disposición mental” y “cambio mental”. Llevó a cabo un experimento usando la “tarea de cambio”, consistente en alternar entre dos tipos tareas. Puso de manifiesto el coste por cambio.

Spector y Beiderman (1976), a raíz de sus experimentos, concluyeron que el coste por cambio es un problema memorístico, no tanto de control.

Allport y cols. interpretaron el coste por cambio como el tiempo necesario para que el conflicto (IDT, inercia por disposión hacia la tarea) se resolviera después de llegar el siguiente estímulo. Sus experimentos mostraron que lo que se debe considerar como “acto de voluntad”- realizar primero una tarea y luego otra- no se puede controlar íntegramente desde el interior, sino que depende de la activación exógena (estímulos ambientales).

Rogers y Monsell interpretan el coste como reflejo del tiempo necesario para reconfigurar la disposición hacia la tarea. También documentaron el efecto de señalización de la tarea. Observaron también que la supresión total de la correspondencia entre respuestas y estímulos irrelevantes para la tarea (congruente frente a incongruente) resultaba imposible, y denominaron a este efecto interferencia cruzada tipo Stroop.

Rubenstein, Meyer y Evans ofrecieron una explicación en la que consideraban que los costes tenían su origen en un proceso de dos etapas: cambio de meta (activo antes de la presentación del estímulo) y activación de reglas (comienza en la aparición del estímulo).

La principal idea de Carol Dweck es que el éxito o el fracaso no dependen tanto de la capacidad innata como de la disposición mental ante la propia capacidad y talento.

Dweck cuenta que existen dos tipos de disposición mental: prefijada o de crecimiento. Las personas con una mente orientada al crecimiento ven la vida como una serie de retos y oportunidades para mejorar, mientras que las que tienen una mentalidad prefijada o preconcebida creen que el esfuerzo no merecerá la pena, pues hagan lo que hagan nada cambiará, especialmente si tienen una baja consideración de su capacidad. Las que tienen una alta consideración preconcebida de su capacidad consideran que su talento natural les permite no tener que esforzarse tanto como los demás y, en cualquier caso, procurarán evitar poner su alto concepto de sí mismas en retos nuevos o situaciones de riesgo.