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Ocio

(Otium). «Con esta palabra ha sucedido lo opuesto que con "Labor": la misma hoy ha asumido casi sin excepción un significado negativo. Es ocioso, según la acepción moderna, aquel que es inútil para consigo mismo y los demás. Se ocioso y ser indolente, vago, inactivo, desganado, inclinado al "dolce far niente" de la Italia de las mandolinas para el gusto de los turistas de hoy, representa más o menos la misma cosa. En vez latinamente "otium" significaba un tiempo libre, correspondiente esencialmente a un estado de recogimiento, de calma, de transparente contemplación. El ocio en sentido malo - sentido conocido también en la antigüedad - aparecía tan sólo como aquello a lo cual el mismo puede conducir cuando es usado mal: únicamente en estos casos se puede decir, por ejemplo, "habescere otio" u "otio fiffluere", es decir, atontarse o deshacerse a causa del ocio. Pero éste no es el significado prevaleciente. (...) El "otium" es vinculado estrechamente con la tranquilidad de ánimo del sabio, con aquella calma interior que permite alcanzar los ápices de la contemplación: y la contemplación, se es comprendida en sentido justo, tradicional, no significa evasión del mundo y divagación, sino profundización interior y elevación hasta la percepción de aquel orden metafísico que todo hombre verdadero no debe cesar de tener en vista en su vida y lucha en un Estado terrenal.

Por lo demás en el mismo Catolicismo (cuando aun no se había resuelto honrar al Cristo trabajador a quien se homenajea ahora un Primero de Mayo y no se había aun operado la "apertura hacia la izquierda") ha figurado la expresión "sacrum otium", "ocio sagrado", con referencia justamente a una actividad contemplativa. Pero en una civilización en la cual cada acción ha terminado asumiendo los caracteres grises, físicos, mecanicistas y mercenarios de un trabajo incluso cuando es desarrollado por la mente (...) el significado positivo y tradicional de la misma contemplación tenía que perderse. Y es así que, en lo relativo a la moderna, es el caso de hablar no tanto de una "civilización activa", cuando de una civilización de agitados y neuropáticos. Como compensación al "trabajo" y como reacción ante el desgaste de una vida embrutecida en un vano actuar y producir, el hombre moderno no conoce en efecto el "otium" clásico, el recogimiento, el silencio, el estado de calma y de pausa en el que se vuelve hacia sí mismo y se reencuentra a sí mismo. No: él conoce sólo la "distracción" (en el sentido literal, pues distracción significa dispersión): busca sensaciones, busca nuevas tensiones, busca nuevos excitantes, casi en un marco de estupefacientes psíquicos. Todo esto con tal de escaparse de si mismo, con tal de no hallarse solo consigo mismo, aislados del ruido externo y de la promiscuidad con el propio "prójimo". De allí la radio, la televisión, el cine, los cruceros, el frenesí por "meetings" deportivos o políticos en un régimen de masas, necesidad de oír, de cazar el hecho nuevo o sensacional, "fanatismos" de todo tipo, y así sucesivamente. Todo expediente parece haber sido puesto diabólicamente en obra para que cualquier vida verdaderamente interior sea destruida, para que toda defensa interior de la personalidad sea impedida anticipadamente, para que, casi como un ser artificialmente galvanizado, el individuo se deje llevar por la corriente colectiva la cual, naturalmente, según el denominado "sentido de la historia" va hacia delante en un ilimitado progreso». (Julius Evola, El Arco y la Clava)

Enlace permanente: Ocio - Fecha de creación: 2014-12-25


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